Este tiempo me ha servido para pensar… si las cosas están saliendo bien. El mes de Septiembre fue asqueroso… se fue el pequeño corazón peludo que tanto me hacia feliz y dejo millones de lágrimas y recuerdos. Tomar sus cosas y colocarlas en esa caja fue tremendo, algo que nunca pronostique. Y me hizo pensar, ¿que haré en el momento en que mamá decida dejar de estar a mi lado, físicamente? ¿Que pasara cuando visitar a mi padre sea ir a un sitio lleno de pasto y sentarme junto a un trozo de piedra con letras y números marcados? Y si mi hermano se va antes que yo, a ese mundo perdido que soñamos como una realidad, me muero!! Prefiero ir antes y prepararle la vida hermosa que tiene ahora.
Porque uno siempre piensa, que lo natural es lo primero, que enterrar a los padres es lo correcto… ¿pero que sucede cuando lo natural dejo de serlo y viene lo que uno nunca deseo que pasara? Enterrar a un hijo debe ser tremendo… y es el día de hoy cuando recuerdo a mi prima Carla (de la que ya hable hace un año atrás). Porque lo natural es que un hijo se despida de sus padres, pero existe excepciones… como mis primos Carla y Javier.
La pequeña Carla quedo en estado vegetal después de que un automovil la atropellara al cruzar una pequeña calle. Al principio, mi rabia sobrepasaba toda creencia cristiana… pero creo que Carla lo sabía y lo quería así. Su mamá dice que Carlita ya le había dicho “mamá, quiero donar mis órganos”… y así se hizo.
Javier nació con una distrofia muscular, debilidad progresiva y deterioro de los músculos esqueléticos, o voluntarios, que controlan el movimiento… era cosa de años… “vivirá como máximos hasta sus 20 años”, decían los doctores. Van perdiendo la movilidad y terminan dependiendo de terceras personas. Su muerte, creo, fue una tranquilidad… estaba cansado, cualquiera lo estaría. Mi tío y mi prima Francisca, se desvelaban por él… ya casi no tenían vida propia, porque Javier era su vida. Fue doloroso perderlo… pero todos saben que esta en un lugar mejor, junto a Carla y a su mamá (que murió cuando él era pequeño).
Quería recordarlos, porque nunca es malo traer recuerdos al presente.
Claro, las lágrimas siguen brotando… pero es lo que quiero. Nunca podré reemplazarlos y nunca dejaré que mis lágrimas se sequen… porque ellos las valen.
Este será un mejor mes… lo sé!
Mis angelitos me cuidan…